La milpa es un sitio sagrado para los habitantes de Huipana; al igual que para los millones de ahcedores de milagros que alimentan la patria dolórida.
Ahí convergen sueños, historia, sudor y sacrificio. La milpa es fiel testigo del sacrificio y el tezón de mis hermanos todos, el reducto de nuestras esperanzas de ingresos en una sóla exhibición y en efectivo.
La milpa es el lugar a dónde siempre fuimos ansiosos de pequeños y, seguro guardamos en algún lugar de la memoria el entusiasmo por ir con el padre, el hermano, el abuelo. Conocimos la milpa quizás en sueños, en el vientre materno la fuimos recorriendo, anduvímos quizás nuestros primeros pasos, entre zacate, andanes, tierra suelta, moscos feroces y moscas más voraces.
Anduvimos la milpa tantas veces que en nuestra adolescencia más temprana, ya le habíamos recorrido centímetro a centímetro, ya sea sembrando tras el tiro, o echándole la sal o la tierra para sembrar en seco. Desquelitando a veces, corriendo tras la liebre o el conejo tras haber ya trillado el trigo, el sorgo o algún tiempo la garbanza o garbanzo. Ha, gentiles tres lectores de mi blog, que bella historia encierra nuestra tierra. Qué ganas de seguirme de corrido, pero el deber nos llama, a trabajar señores, que la patria reclama del trabajo fecundo de sus hijos. Aspiro a ser su hijo. Buena tarde.
Y sigue la disquisición sobre la milpa. Abril 19 de 2012
Tengo en la memoria el rostro del jóven hermano, fuerte, ágil, dedicado al cultivo de la milpa, sale con una brazada de cañuelas, son amarillas, flacas, estériles; pero buen alimento para los caballos. Su rostro asomando entre la milpa en pleno elote, cerrado el zurco, apretada la tierra de agosto o septiembre; flores de andán, de rosamarilla, de blancas flores de las que me escapa el nombre.
Y la milpa es el lugar de la visita ansiosa del campesino de Huipana, tantos años ha que la memoria se me va haciendo flaca, pero las sensaciones de haber vivido esa etapa de ajoyar, de intentar arrancarle a la piedra espacios fértiles, de pasar la mañana escarbando el zurco, a mano, a lomo limpio, a soles calcinantes de abril y mayo en el cazahuatal. La joya era la milpa, el lugar de las aventuras de la infancia, de la subida a píe en la cuesta camino del saucito. De las largas caminatas sin rumbo, de mirarnos en los estanques después de los aguaceros de mayo o junio.
Cuantas memoria lleguen a mi mente, serán torrente que se vayan vaciando ene ste espacio. No esperen la anécdota eprsonalizada, con nombre múltiples o charras de los viejos, sólo palabras que retraten al Huipana que se nos fué. Aquí andaremos azadón en mano, guadaña en el morral y el guaje de cáscara que se resguarda del famígero sól, bajo la fresca fronda del cazahuate añejo.
Escriban por favor, hagan suyo este espacio. Vamos camino de las Palmas, crucemos la puerta y sigamos, a las letras o a la ladera de tierra colorada.
Salud con pulque de casa del difunto Gualo Mora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario